Objetivo del Año Jubilar

 

Jubileo en tiempo de pandemia.

En medio de la pandemia que estamos atravesando se nos convoca para un Año Jubilar. Como nuestros mayores, también acudimos a los pies del Señor de la Misericordia, que tantas lágrimas ha consolado en tiempos de dificultad. Es un momento de gracia: en medio de las dificultades que atravesamos, sentimos la cercanía de nuestro Dios misericordioso que providentemente guía nuestra historia. A Él acudimos para que nos siga protegiendo y dando el vigor necesario para ser discípulos misioneros.

¿Qué es el Jubileo?

El jubileo es una experiencia profundamente humana. Se celebran acontecimientos importantes en la vida de las personas (aniversario de boda, sacerdocio o profesión…). Para las personas que celebran estos aniversarios se trata de momentos importantes que marcan sus vidas. Desde el punto de vista creyente podemos decir que se convierten en auténticos “años de gracia”. 

En el Antiguo Testamento están presentes muchas referencias que nos hablan de que “el jubileo era un tiempo dedicado de modo particular a Dios”. De esa manera se hacía memoria y se recuperaba la intención del acto creador de Dios que nos convoca a la fraternidad universal, al destino universal de los bienes, a la belleza e integridad de la creación.

Paradigma de ese año de gracia particular es el pasaje que se recoge en el Nuevo Testamento: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, ya los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4, 16-30).  

¿Y las Indulgencias?

Cuando un cristiano comete un pecado y se arrepiente, Dios perdona sus pecados, por medio del sacramento de la confesión. Aun así, queda una responsabilidad pendiente por las consecuencias que el pecado haya tenido para la misma persona o para otras, o incluso para la sociedad general. Esta consecuencia se llama, pena temporal y es una deuda que persiste y que hay que pagar en esta vida o en el Purgatorio.

“Lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo” Mateo 16, 19

La iglesia como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos. Por tanto, el Papa y los Obispos pueden conceder las gracias de obtener las Indulgencias plenarias.

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